In Nowhereland.

Love is louder than self-harm.

domingo, 10 de mayo de 2020

Amar mal.

Mis amigos me conocen, me han visto en todas las etapas de una relación amorosa con distintos tipos de hombres. La constante es la misma: soy yo quien ama mal.

Con amar mal me refiero a que soy la egoísta, que espera que su tiempo gire en torno a satisfacer mis necesidades. Soy la que ama poco, mi demostración efectiva tiene un límite. El amor me dura poco, me aburro rápido, y si ama mucho, me aterro. Soy hiriente, no mido mis comentarios o burlas. Exijo mucho y doy poco. Creo que dije hace poco, que enamorarse de mí es fácil, pero es difícil amarme.

Nunca he estado sola, siempre he dependido del otro para que me ame por él y por mí. No me amo, no me quiero siquiera. Me odio, eso lo tengo claro desde que tengo conciencia. ¿Porqué? ¿Crianza? En mi familia es raro demostrar afecto, es algo que incomoda creo yo. Jamás le he dicho a alguien de mi familia que los amo. ¿No lo he hecho porque no lo siento? ¿Se lo digo a mis parejas porque es lo socialmente esperado?

Me criaron individualista, con violencia normalizada. Sin amor propio, siempre a la sombra de un hermano que creí que amaban más porque valía más. Siento que valgo poco, que lo he que logrado en esta vida es lo esperable, lo mínimo, y sobre todo despreciable porque debido a mis privilegios tengo ventaja.

En mi mente siempre está la idea, tímida, de que todo estaría bien si me mato. Mis papás tienen otros hijos, mis amigos tienen otros amigos, mi pareja tendrá otra pareja, mis parientes más viejos morirán pronto o se les va a olvidar que existí.

Mi pareja me dijo que como espero poder amar a alguien si no me amo a mi misma. Tiene razón. Bajo ese marco, en realidad no tengo un concepto legítimo de qué es el amor, y por ende no debería decirle que lo amo. ¿Y qué hacer si él me ama demasiado, y resulta que yo en realidad no?

miércoles, 15 de abril de 2020

No sé si es la cuarentena, o mis demonios.

Siempre he tenido la duda entre lo que es ansiedad o depresión para una persona “normal”, respecto a cómo lo es para mi. Entiendo que el sufrimiento es algo subjetivo, pero no sé si las implicancias sean las mismas. En estas semanas de cuarentena está todo el mundo hablando acerca de la salud mental en estos tiempos de crisis. Que es normal sentirse agobiado, cansado, ansioso y deprimido. Que está bien y es normal estar triste, llorar y no tener energías. Que es normal. Es normal no estar bien en este contexto. Pero, y es aquí dónde siempre dudo, ¿si no estuviéramos en cuarentena esos comportamientos se considerarían preocupantes? ¿Tiene que haber forzosamente una causa-reacción?

Esto una duda que me ha carcomido siempre: cuál es el límite de lo aceptable socialmente, y lo preocupante médicamente, en torno a los sentimientos negativos. Quisiera poder entrar en la mente de la gente que comenta ligeramente “Ay me quiero morir”, “Estoy teniendo mucha ansiedad”, “Estoy súper deprimida”. Quiero poder comparar mi sensación de ansiedad y depresión con la del resto. Quiero comprobar que los deseos de morir son en realidad normales. Que mis pensamientos suicidas son comunes. Y de ser así, me cuesta comprender cómo el resto sigue.

Sigo un tratamiento psiquiátrico con fármacos, hago psicoterapia, pero al igual que muchísima gente. ¿Qué hace que mis problemas sean distintos, menos o más complejos que el resto? Tengo buenos momentos, estabilidad financiera y grupo de apoyo; pero a la vez me levanto todos los días pensando en que no tengo un propósito a largo plazo, que mi existencia es un trámite que tiene que ser resuelto y finalizado. Veo la vida como un trámite, trato de ver todo desde la perspectiva más fría y lógica posible, pero no puedo. Desgraciadamente, tengo sentimientos. No me gusta tener sentimientos, se apoderan de mi en circunstancias en que quisiera ser funcional y productiva. A veces estoy trabajando, y me detengo porque simplemente no quiero más. Fugazmente pienso en métodos de suicidio, trato de recordar dónde tengo mi navaja más filosa, dónde podrían pasar más disimulados mis cortes, si es que es aún muy temprano para un trago, o cinco. Pasan un par de segundos; trato de omitir mis pensamientos, ahogar las ganas de llorar, y seguir trabajando. Esas personas que sienten “ansiedad y depresión” en estos días, ¿Piensan eso? ¿Pasan por esto?

Y honestamente hablando, esto no es exclusivo de la cuarentena. Siempre ha sido así. Desde el colegio. Estoy sentada en mi puesto, durante una prueba. Estoy ansiosa, no recuerdo una respuesta. Vienen a mí pensamientos negativos, ideaciones suicidas… Me corto los dedos con una navaja escondida en mi estuche, y sigo con la prueba. La cuarentena… ¿Qué significa para mi la cuarentena?  No tengo ninguna preocupación respecto a la enfermedad. No tengo problema alguno en enfermarme o morir. Una lástima sí si es que infecto a alguien a quien sí le importe. Soy algo misántropa, por lo que no me angustia en lo más mínimo el numero de muertes. Es un favor para el planeta, y no sé si es realmente honesto cuando sigo que sería ideal que exterminara a la raza humana, pero creo que lo soy. Se habla también de la crisis económica, pero mi lugar de trabajo me da seguridad, no es un factor que me afecte a corto ni mediano plazo. En cuanto al aislamiento social, no sé realmente… soy una persona introvertida. No moriré si no puedo participar de eventos masivos. De por sí me comunico poco con otros, por lo que ha sido relativamente normal para mí.  Sí, extraño ver a mis papás y mi abuela, pero me causa simplemente pena. Es algo normal y manejable. (Ja. Algo que con certeza puedo decir que es normal). Y esto finalmente me lleva al encierro por cuarentena. Creo que esto me afecta un poco: la pérdida de control. Es eso, encierro. No veo el sol, no siento el sol. No sé qué día es, no sé qué hora es. No sé que fue ayer, ni qué es hoy. Los límites temporales y espaciales se difuminan, y estoy forzada a vivir en una nebulosa. El encierro, y tengo que admitir el factor social hace su parte, me tiene encerrada en mi misma.

No me preocupa lo que está pasando allá afuera, me preocupa que lo que está pasando afuera está creando la atmósfera para mi peor encierro. No tener el control, no tener certitud de nada, no tener conciencia clara del tiempo, de lo que es y no es… Me lleva atrás en el tiempo, a una época que no recuerdo. Me lleva a esos meses en que no sé que fue de mi. Me lleva a la peor época de mi vida, en dónde mi mejor defensa ante a los malos pensamientos y sentimientos negativos era una navaja. Esto un encierro a un “periodo regresivo”.

Antes de que partiera esto de la pandemia, en teoría me encontraba lo más estable que había estado en mucho tiempo. En terapia por fin pude sacar de mi el peor periodo de mi vida, y todo el abuso emocional y sexual que sufrí siendo adolescente. Estaba dispuesta a comenzar a abrir esas heridas, para desinfectar y curar como es debido. Fue como una caja de pandora, los demonios están afuera. No puedo devolverlos, no puedo cerrarla. Y ahora, estoy aislada, sin buenas herramientas para controlarlo. La única herramienta que logro recodar es la navaja.  

miércoles, 22 de enero de 2020

¿Qué me gusta de él?

Al comienzo no estaba muy segura, el sentimiento que crecía dentro de mí era tan implacable que no había espacio para razón. Tan implacable que me daba miedo. Más que buscar el porqué de mi enamoramiento, buscaba razones para huir. Soy de esas personas que evitan a toda costa ser felices.

Qué me gusta de él… Honestamente no me acuerdo bien de la primera impresión, pero el simple hecho que nos interesara vernos en persona, independiente de que nos llamara el lugar de reunión, indica que obviamente algo me gustó. Recuerdo vagamente que lo encontré atractivo, pero me encantó que realmente me escuchara. Él escucha, se interesa, quiere entender. Él había leído una parte de la corriente de conciencia que escribí estando deprimida, y para mi sorpresa lo encontró fascinante en lugar de chocante. Sentí que quería conocer mi historia, y eso hizo que me sintiera cómoda hablando con él. Paseamos, nos contamos anécdotas de infancia y miramos el atardecer frente al mal. No fue con intención romántica, pero me gustó poder ser auténtica con él recién habiéndolo conocido.

Al reencontrarnos años después, eso no había cambiado. Comencé a notar otras cosas en él; como lo bien que se ve de perfil y la forma idealista en que ve la vida. Lo bien que se siente abrazarlo debajo de las sábanas, y la forma en que me mira a los ojos. Dolió extrañarlo.

Me gusta que sea independiente y autosuficiente, y a la vez mantenga un apego familiar. Creo que es algo que quería encontrar, en base a malas experiencias personales. Fui muy dura con él respecto a su familia, pero al final es valoro como ha sobrellevado lo vivido. Su resiliencia, una fuerza que no sé si está consiente de tener. Es determinado, compasivo, bondadoso y comprensivo. Me gusta que sea tan sincero, aunque a veces se exceda. No tiene miedo a expresar lo que siente. Me gusta que proyecte una imagen tan confiada, aunque sé que en el fondo tiene inseguridades. Me gusta que sea de espíritu ligero, puede que su sentido de humor sea infantil a veces, pero me hace reír y me hace sentir que el mundo no es tan terrible. Es preocupado y detallista, aunque también despistado.

Me encanta que sea tan apasionado en cuanto a su visión del mundo. La importancia que le da a la acción de crear, su necesidad de comunicar, su mente inquieta. Me gusta lo que ha provocado en mí, que me motivara a hacer algo más con mi vida que solo trabajar. Me gusta que crea tanto en mi, me hace querer ser mejor, y ser más bondadosa conmigo misma. Me gusta que sepa cómo ayudarme a entender mis emociones, y que me contenga. Me gusta su espontaneidad y su disposición a experimentar cosas juntos; que nos acompañemos. A conciertos, bailar, protestar, a tomar, ir al cine o a lo que venga. Me encantó que me invitara a leer a la plaza, porque en el fondo me gusta de él que valore leer.  Me gusta que nos acompáñenos, no que seamos dependientes. También me encanta su facilidad para integrarse, especialmente con mis distintos grupos de amigos.

Me encanta nuestra química, que todo calce tan bien. Al comienzo nos unió una coincidencia inesperada, y en la marcha han surgido algunas más; creo que tener experiencias similares a otra persona hace que uno se una. Además nuestras personalidades de complementan, y nuestro deseo de uno por el otro se iguala.